por Rodolfo Braceli. escritor
"El trabajo que hicieron me parece tan interesante que yo lo ampliaría con otros fragmentos. Lo veo como un organismo: tiene sensualidad, tiene conexión con lo emotivo, tiene el suspenso del misterio, tiene carga de violencia subcutánea, tiene ventanas inquietantes que dan a un mundo que acecha, las ventanas funcionan con la potencia de personajes, etc, etc, etc.
“A medio camino…” yo no lo dejaría a medio camino.
por Sylvia Nogueira, Magister en Análisis del Discurso. Profesora en UBA / UNA/ ISP Joaquín V González / UNSAM / UNLaM
"En tiempos de pandemia de siglo XXI, cuando el confinamiento en nuestros hogares se impone como una de las estrategias para regular la dispersión del Covid19, volver sobre nuestros propios pasos sin ir a ningún lado parece un ejercicio que, bien contemplado, abre nuevos caminos. Distintas esferas de la actividad humana, liberadas de una espera prolongada por la recuperación de la “normalidad”, se reinventan para trascender el aislamiento y sostener su producción. El campo artístico, en consonancia, indaga con mayor ahínco los géneros multimediales mientras en las redes florece internacionalmente su oferta y demanda. A medio camino de ningún sitio es un magnífico caso argentino.
Cuando ya mucha gente tiene la pupila acostumbrada a la cuadrícula de pantallitas de las videollamadas, A medio camino de ningún sitio organiza escenas en un cono profundo que profundiza la mirada y la comunicación con lxs espectadores. Deby Wachtel, con sólida experiencia en el desafío de llevar a escena literatura que no ha sido escrita para ser representada, dirige a cinco artistas actuando versos de Charles Simic, poeta nacido en Belgrado en 1938 pero establecido desde sus once años en Estados Unidos. La recreación de versos de este autor resulta más que oportuna: siempre memorioso de los devastadores efectos globales de la Segunda Guerra Mundial, Simic asevera que “El mundo no se acaba” (tal el título de su reconocido poemario en prosa que ganó el Pulitzer en 1990) con una voz que entremezcla el dolor con el humor y la atención a los objetos cotidianos, tan intrascendentes e inquietantes como una caja de fósforos.
A medio camino de ningún sitio es una obra hecha para estas circunstancias, producida en ellas y sin renegar de ellas. Como texto multimedial, cruza poesía, dramaturgia y videoarte con una estética apropiada para las nuevas producciones artísticas que exploran el trabajo colectivo articulando grabaciones individuales de celular. La obra de Simic honra las cajas de Joseph Cornell (Dime Store Alchemy), en las que ese artista plástico de Queens dislocaba objetos, rescatados de las calles de Nueva York por una mirada que ha sido comparada con las de un mendigo. La obra de Wachtel, por su parte, interviene la de Simic con un poema final propio, y focaliza múltiples miradas en el rectángulo del video. “Mirá lo que veo” es el principio constructivo del videolibro, que -cual Meninas de Velázquez- conecta el adentro y el afuera del cuadro observando a quien observa. Es el juego del cazador cazado.
Federico Pereyra, Jimena Angeletti, Matías López Barrios, Cecilia Roche y Paulina Rachid le ponen el cuerpo a los poemas y a la proliferación de ventanas que se encastran para dejarnos ver sujetos que desde rincones interiores (de la casa o del insomnio) se asoman a un exterior plácido, temido o escandaloso con ritmos propios del hastío. La percepción de les espectadores, en contrapunto, tiene que apurarse vertiginosamente si abren todos los sentidos para captar imágenes verbales, visuales, auditivas enmarcadas como muñecas rusas. Uno tras otro se sucede cada poema, en encadenamiento de escenas con personajes que están solos de diversas maneras, ya sea porque están abandonados por sus ángeles de la guarda o porque la familia está durmiendo. Como sea, cada sujeto evoca con sus palabras otras escenas que no se ven en pantalla. Además, la música original de Lucía Meira y Juliana Moreno multiplica planos a los que atender en cada poema. “A mí me encantaba mi cueva con su ventana mirando una pared de ladrillos, en la habitación de al lado había un piano…”. La vista del personaje, obturada por el muro, despliega la audición y lxs espectadores pueden hacer lo mismo pero con los ojos apelados por la mirada frontal de la actriz que se envuelve en multicolor bata, subrayada insistentemente por sus manos. Ningún sentido queda ocioso.
El recorte del cuerpo humano en las cajas de cada escena es un hilo conductor de la antología. A veces no vemos los ojos de lxs artistas sino unas piernas que divagan ante una ventana o unas manos moviéndose tensas ante un afuera que se describe amenazante. En otros casos, es la parte superior del cuerpo la encajada por la cámara y entonces los ojos ganan el protagonismo. Abiertos o cerrados, los ojos de lxs personajes salen por momentos del mundo representado para mirarnos directamente y lanzarnos a la cara hasta una cebolla cortada con bastante bronca. Cuando el cuerpo se captura completo, también se despliega una sinfonía de variaciones que van desde el dormirse al sol de la ventana o la tentación de arrojarse a través de ella. Ventanas y más ventanas para mirarnos.
Simic piensa que hay poesía buena en el libro que nos detiene e invita a leer de nuevo inmediatamente para abrir nuevos sentidos del poema. A medio camino de ningún sitio definitivamente provoca ese deseo en el que se disfruta volver sobre nuestros propios pasos."
por Verónica Pages (Critica de la Nación y jurado premios ACE)
"A medio camino de ningún sitio” es un pequeño libro de poemas que se construye a partir de la voz del poeta Charles Simic, quien de alguna manera van guiando el devenir de las sensaciones e imágenes que Deby Wachtel propone junto a dos actores, tres actrices, una realizadora audiovisual, dos músicas y más...
Si hay algo que esta directora sabe hacer es rodearse de gente que puede expresar al detalle sus delicadas ocurrencias. Sutilezas que se van desgranando en el decir de los intérpretes, y que se completan con un juego estético, musical.
Ventanas que se abren, miradas que se pierden, cámaras fijas que siguen así, interiores que se cruzan, que sueñan, que juegan.
Estos tiempos de encierro y pandemia le dieron a Wachtel y a su hermosa troup la oportunidad de buscar nuevos formatos que --en este caso-- suman la riqueza de los contrastes, de ese habilitar cada vez un pequeño nuevo universo… de silencios, viajeros, hombres muertos, misterios, sueños de niños, siestas solitarias, películas mudas, insomnios e irrefrenables deseos de ser vistos.
El sorpresivo sonido de una tecla... los entrega y los ciega. Algo frágil, melancólico, quebradizo queda en el aire… Lo hermoso de los libros es que se pueden volver a leer, algo que --afortunadamente-- se puede hacer con este “A medio camino…”